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El Delegado Territorial de la Consejería de Inclusión Social, Juventud, Familia e Igualdad visita las instalaciones de la Asociación NOESSO en Laujar de Andarax.

Personas usuarias del área de atención de adicciones

El área de Atención de Adicciones de NOESSO atendió a 318 personas en 2021

NOESSO mejora la accesibilidad, la eficiencia energética y la rentabilidad social de La Quinta gracias a una subvención de la Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural

#Europa invierte en áreas rurales!!

Después de tres décadas y más de 18.000 personas atendidas por NOESSO, seguimos con vocación de prestar un servicio público y con planes de mejora continua, tanto en el campo de la atención a las adicciones, la inserción de jóvenes y la inserción laboral de personas desempleadas en situación o riesgo de exclusión.

La Comunidad Terapéutica La Quinta es uno de los principales recursos terapéuticos con los que cuenta NOESSO. El programa terapéutico que se desarrolla en este establecimiento ha permitido a centenares de personas superar la situación de exclusión social en la que se encuentran personas con adicciones que logran recuperar la normalidad e insertarse nuevamente en la sociedad.

El Centro está situado en el Valle de Laujar, en la falda sur de Sierra Nevada, en la Alpujarra almeriense, en una finca con 40 hectáreas. En sus edificaciones se ha llevado a cabo una mejora de la accesibilidad de los edificios, la eficiencia energética y el crecimiento de la rentabilidad social del Centro. Reforma de las condiciones de accesibilidad y circulación funcional en todo el recinto, así como de la conexión entre edificios. No queremos que la accesibilidad sea un factor más de exclusión para quienes, además de padecer una adicción, son personas con dificultades de movilidad funcional. También, en el Plan de Mejora Continua nos ha preocupado el mejorar la envolvente térmica de las instalaciones debido a las bajas temperaturas que hay en la Sierra en invierno llegando a los cero grados. Con la convocatoria de la Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural, y más concretamente con su línea siete de Ayuda para la creación y mejora de infraestructuras, equipamientos y servicios de proximidad en los municipios que mejorasen la calidad de vida y el bienestar social del territorio, fue una oportunidad para dar respuesta a las necesidades que habían sido identificadas en el Plan de Mejora Continua de NOESSO. Por ello, hemos podido realizar una intervención en la Comunidad Terapéutica La Quinta que mejore sus condiciones de accesibilidad, sostenibilidad y respeto con el medio ambiente, al tiempo que aumente su capacidad de respuesta a las demandas de tratamiento de las personas con problemas de adicciones. Hemos acometido obras de acerado y asfaltado en el perímetro de los edificios, de manera que permitan la accesibilidad y la circulación de personas con movilidad reducida. Se ha realizado la sustitución de los elementos actuales que cierran los huecos de los edificios, puertas y ventanas, principalmente, para mejorar la envolvente térmica y la eficiencia energética de los mismos. Además se han realizado tareas de albañilería, con la preparación de suelos para eliminación de barreras, retirada de obstáculos: bordillos, farolas, árboles; Colocación de nuevas aceras, ampliación de las existentes y enlosado de las mismas. Se ha realizado una adecuación de rampas a la normativa de accesibilidad. También se han realizado tareas de carpintería metálica con la retirada y recolocación de la pérgola existente de cara a ampliar los espacios y recorridos disponibles.

Trabajo por huevos

Los menores del Centro de la Asociación ENGLOBA, en Padules, realizarán un trabajo voluntario en la Comunidad Terapéutica de la Quinta, en Laujar de Andarax.

La riqueza y rentabilidad social del trueque

Para los que tenemos algunos años, no muchos más de 50, especialmente si vivíamos en el campo, aún conocimos de cerca las prácticas del trueque. Sí, he dicho bien, del trueque.

Era un auténtico sistema de economía del clan, donde familiares, parientes y vecinos formábamos parte de una suerte de vida en la que, en lugar de intercambiar y prestar servicios a cambio de dinero, que es a lo que hemos quedado reducidos en esta economía de mercado en la que actualmente estamos enzarzados, lo común era aliarse para disponer de una era común, hacer juntos la trilla de los cereales, o la matanza de los cerdos por navidades,…

Entonces no se fichaba, ni se pasaba partes de horas simplemente había introducida una suerte de rutina solidaria que no sólo hacía más llevadero y divertido el duro trabajo del campo sino que además hacia piña, generaba grupo, nos hacía fuertes,…

Los destrozos del mercado

Aún recuerdo como se vino abajo el sistema, seguramente aprendido y practicado durante muchos siglos el día en que uno de los del grupo introdujo inocentemente su tractor recién comprado como parte de los intercambios.  Evidentemente, aquel artefacto había que pagarlo, y eso suponía que no podía equipararse el trabajo de aquella máquina con la peonada que un vecino hacía para ayudar a otro. Allí empezaron a contabilizarse horas, a pagar por los servicios prestados y, lo que es más importante, con el paso de unos años, la búsqueda del dinero, como pieza fundamental de los intercambios, cambio la suerte de aquel clan, entre otras medidas, con una masiva emigración que ha convertido aquel rincón poblado de los Filabres en un deshabitado desierto.

Trabajo por huevos y entrenamiento

Hace unas semanas que el director de la Asociación ENGLOBA  Rubén Nabajas, que viene ocupándose de acompañar a menores inmigrantes en el municipio de Padules, hacía llegar a NOESSO la propuesta de que los chicos pudieran cooperar en la mejora de las instalaciones de nuestra pequeña granja en Laujar. Se trata de cercar un recinto amplio en nuestra finca para proteger de posibles ataques a las gallinas al tiempo que facilitarle a estos animales que puedan corretear a su gusto por el campo, e incluso poder aumentar  el número de aves.

Pero mucho más allá de las cosas que puedan hacer estos chicos en su tiempo de voluntariado, por importantes que sean, está el que ellos mismos puedan “hacerse”, experimentar lo que es descentrarse y pensar en los otros, entrenarse en diferentes tareas, porque a vivir se aprende viviendo, y esa es la mejor escuela. El escenario de una Comunidad Terapéutica puede ser un buen campo de experimentación y el entrenamiento.

Lo interesante de la propuesta es que, a cambio de esta desinteresada cooperación, evidentemente, no se nos propone un salario sino un intercambio, en este caso trabajo por huevos y por ofrecer un espacio propicio para el aprendizaje.

Ojala, que como ocurría en la historia de mi terruño filabreño, no sólo se traduzca en que las gallinas puedan ser más y más felices campeando a sus anchas, y los menores de Padules disfruten de sus tortillas con huevos camperos, sino que se sientan útiles y reconocidos en su esfuerzo y entre ellos y nosotros se tramen vínculos de familia.

La cooperación altruista es la madre de la felicidad

Pero, más allá de lo que pueda enriquecer este intercambio entre NOESSO y ENGLOBA, en términos de “negocio”, la neurobióloga Marta Ligioiz, nos ha enseñado que en la escala de las actividades humanas responsables del equilibrio y el bienestar personal, la cooperación altruista se sitúa en la cima de todas ellas, como la que genera las mayores cotas de serotonina, que es  el neurotransmisor responsable de que las personas seamos especialmente felices. Visto de este modo, la cooperación será el beneficio mayor a disfrutar por todas las personas implicadas, mientras que el gallinero y los huevos serán  el premio añadido de nuestro intercambio.

CULTIVADORES/AS CULTIVADOS/AS

La Comunidad Terapéutica es un recurso al que diariamente llegan personas rotas. Buscan tomar distancia de un medio en el que se generaron sus heridas buscando nuevos equilibrios en un entorno alternativo. Y es que «el medio hace al hombre y el hombre hace el medio». 

¿Lo nuevo es lo bueno?

En apenas medio siglo hemos experimentado un conjunto de cambios en nuestro modo de vida, facilitados por los vientos a favor de que “lo nuevo es lo bueno”. Es verdad que la economía de subsistencia de la que venimos buena parte de las personas que hoy poblamos el litoral almeriense exigía enromes esfuerzos, a cambio simplemente de sobrevivir. Sin embargo, aquella economía circular, en la que las familias se autoabastecían, y como mucho intercambiaban alimentos y tareas en forma de trueque o de solidaridad con sus vecinos, presentaba grandes ventajas desde el punto de vista de la sostenibilidad ambiental y la calidad de los alimentos, cultivados, manipulados por quienes habían de consumirlos.

El desarrollo experimentado en el último siglo no cabe duda que ha generado enormes avances en todos los órdenes de la vida,  pero al mismos tiempo ha tenido consecuencias y efectos perversos cuyas consecuencias están aún por ser evaluadas en su justa medida. Nuestros lazos sociales hoy son mucho más débiles, nuestra  producción está en manos de mercados que no controlamos, los cultivos intensivos han desplazado a las economías domésticas,…

Eso que llaman agroecología: cosas que en el tiempo pasado fueron mejores.

Frente a este nuevo estado de cosas están surgiendo nuevas voces que alertan sobre los riesgos del modelo de desarrollo imperante y reclaman nuevos equilibrios, en gran parte recogiendo algunos de los saberes que habíamos desechado. Una de estas corrientes es la agroecología, que para está considerada como una ciencia, un movimiento o un nuevo paradigma que busca encontrar un punto de equilibrio entre las personas, la naturaleza y la sociedad, y lo hace poniendo en valor el vínculo que hay entre éstos a través de la agricultura, como el medio de alimentación y de subsistencia del ser humano. La agroecología plantea, en este sentido, una visión holística de la agricultura, integrando un enfoque ecológico y  social de esta.
Sobre todo centra su atención en  la producción de  alimentos de una manera sana, y desde una agricultura sustentable que tiene como prioridad la salud y el bienestar de las personas que producen los alimentos como de aquellas que los consumen.

La agricultura de base agroecológica incluye más allá de los aspectos productivos,  aspectos sociales, culturales, políticos y medioambientales, poniendo en valor la  conexión de las personas con la agricultura y el medio rural como principal fuente de alimentos. Esta es una relación que actualmente se ha perdido totalmente con la producción industrial, a gran escala y de mercado, que ha sido trasladada a nuestros propios sistemas de vida desvinculándonos de algo tan importante como el origen de nuestros alimentos y la calidad de los mismos y todo lo que ello genera e implica.

Es de esta desvinculación de donde surge el concepto de “soberanía alimentaria”, como el derecho de las personas a decidir sobre su alimentación. Ante todo esto surgen movimientos de base agroecológica que intentan acortar distancias entre agricultor y consumidor, entre el campo y la ciudad, que han dado lugar a proyectos que tienen una finalidad social y medioambiental, como son huertos sociales, huertos urbanos, educativos, grupos de consumo locales,  etc.

Cuando el huerto sustituye al supermercado…

En esta corriente se sitúa el pequeño  huerto agroecológico con que cuenta NOESSO en la Comunidad Terapéutica, que pretende ser mucho más que un medio alimentario de autoconsumo y generación de recursos propios. Es, antes que nada, un espacio donde se vuelve a generar el contacto de las personas con “la madre tierra”, con la naturaleza y, ante todo, es un escenario que ofrece a quienes están pasando por un proceso de tratamiento de sus adicciones la oportunidad de experimentar la conexión que existe entre el propio trabajo y los alimentos que se reparten diariamente en la mesa. Terminar de sacar la producción de patatas y disfrutar de una tortilla condimentada además con los huevos ecológicos de nuestra granja, y el aceite de la cosecha propia, es mucho más que tomar alimentos sanos. Se trata de devolver el sentido y el vínculo entre producto y productor.

Cultivando frutos con calidad a la vez nos hacemos mejores y más saludables personas

Entrar a formar parte de este proceso implica una formación, un aprendizaje en la tierra, partiendo de los principios y prácticas de manejo de la producción agroecológica que son facilitadores del propio proceso terapéutico. Existe una regla de oro que indica que la riqueza y la armonía de lo externo termina generando parte de la regeneración interna. Así cuando una persona experimenta su capacidad para generar vida, paralelamente está asistiendo a una mejora de su autoestima, que contribuye a elevar el listón de todas sus constantes vitales.

El proyecto tiene un gran potencial agroecológico, desde un punto de vista ecológico,  por el entorno natural en el que se encuentra la finca, que  infunde de por si  un  gran respeto a la naturaleza en una finca con olivos centenarios y rodeada de monte natural. Como aspecto cultural cabe resaltar la importancia en esta comarca de la Alpujarra de Almería del huerto tradicional, al aire libre, que se puede observar en cortijos y casas del pueblo como puesta en valor de todo un conocimiento y tradición hortícola de la zona.

En definitiva, es un proyecto que tiene como fin poner la agricultura al servicio de las personas asegurando que esta relación sea sostenible. El huerto entra a formar parte del conjunto de herramientas y estrategias que empleamos para que las personas, que perdieron el control sobre su propia vida, como consecuencia de sus adicciones, encuentren en la reconciliación con la naturaleza un  punto de apoyo valioso, para la recuperación del propio equilibrio.

Frente a las grandes multinacionales que se han hecho las dueñas y señoras de las cadenas de producción, reduciéndolo todo a puro mercado, las iniciativas agroecológicas, por pequeñas que sean, nos devuelven a una realidad en la que nuestra faceta de personas productoras y consumidoras se encuentran, donde cuidamos lo que producimos cuidando al mismo tiempo de nosotras mismas. Nuestros frutos no buscan convertirse en objetos de mercado sino que entran a formar parte de un ciclo generador de cambios, en la persona y el grupo, cambios que aportan calidad de vida.