CULTIVADORES/AS CULTIVADOS/AS
La Comunidad Terapéutica es un recurso al que diariamente llegan personas rotas. Buscan tomar distancia de un medio en el que se generaron sus heridas buscando nuevos equilibrios en un entorno alternativo. Y es que «el medio hace al hombre y el hombre hace el medio».
¿Lo nuevo es lo bueno?
En apenas medio siglo hemos experimentado un conjunto de cambios en nuestro modo de vida, facilitados por los vientos a favor de que “lo nuevo es lo bueno”. Es verdad que la economía de subsistencia de la que venimos buena parte de las personas que hoy poblamos el litoral almeriense exigía enromes esfuerzos, a cambio simplemente de sobrevivir. Sin embargo, aquella economía circular, en la que las familias se autoabastecían, y como mucho intercambiaban alimentos y tareas en forma de trueque o de solidaridad con sus vecinos, presentaba grandes ventajas desde el punto de vista de la sostenibilidad ambiental y la calidad de los alimentos, cultivados, manipulados por quienes habían de consumirlos.
El desarrollo experimentado en el último siglo no cabe duda que ha generado enormes avances en todos los órdenes de la vida, pero al mismos tiempo ha tenido consecuencias y efectos perversos cuyas consecuencias están aún por ser evaluadas en su justa medida. Nuestros lazos sociales hoy son mucho más débiles, nuestra producción está en manos de mercados que no controlamos, los cultivos intensivos han desplazado a las economías domésticas,…
Eso que llaman agroecología: cosas que en el tiempo pasado fueron mejores.
Frente a este nuevo estado de cosas están surgiendo nuevas voces que alertan sobre los riesgos del modelo de desarrollo imperante y reclaman nuevos equilibrios, en gran parte recogiendo algunos de los saberes que habíamos desechado. Una de estas corrientes es la agroecología, que para está considerada como una ciencia, un movimiento o un nuevo paradigma que busca encontrar un punto de equilibrio entre las personas, la naturaleza y la sociedad, y lo hace poniendo en valor el vínculo que hay entre éstos a través de la agricultura, como el medio de alimentación y de subsistencia del ser humano. La agroecología plantea, en este sentido, una visión holística de la agricultura, integrando un enfoque ecológico y social de esta.
Sobre todo centra su atención en la producción de alimentos de una manera sana, y desde una agricultura sustentable que tiene como prioridad la salud y el bienestar de las personas que producen los alimentos como de aquellas que los consumen.
La agricultura de base agroecológica incluye más allá de los aspectos productivos, aspectos sociales, culturales, políticos y medioambientales, poniendo en valor la conexión de las personas con la agricultura y el medio rural como principal fuente de alimentos. Esta es una relación que actualmente se ha perdido totalmente con la producción industrial, a gran escala y de mercado, que ha sido trasladada a nuestros propios sistemas de vida desvinculándonos de algo tan importante como el origen de nuestros alimentos y la calidad de los mismos y todo lo que ello genera e implica.
Es de esta desvinculación de donde surge el concepto de “soberanía alimentaria”, como el derecho de las personas a decidir sobre su alimentación. Ante todo esto surgen movimientos de base agroecológica que intentan acortar distancias entre agricultor y consumidor, entre el campo y la ciudad, que han dado lugar a proyectos que tienen una finalidad social y medioambiental, como son huertos sociales, huertos urbanos, educativos, grupos de consumo locales, etc.
Cuando el huerto sustituye al supermercado…
En esta corriente se sitúa el pequeño huerto agroecológico con que cuenta NOESSO en la Comunidad Terapéutica, que pretende ser mucho más que un medio alimentario de autoconsumo y generación de recursos propios. Es, antes que nada, un espacio donde se vuelve a generar el contacto de las personas con “la madre tierra”, con la naturaleza y, ante todo, es un escenario que ofrece a quienes están pasando por un proceso de tratamiento de sus adicciones la oportunidad de experimentar la conexión que existe entre el propio trabajo y los alimentos que se reparten diariamente en la mesa. Terminar de sacar la producción de patatas y disfrutar de una tortilla condimentada además con los huevos ecológicos de nuestra granja, y el aceite de la cosecha propia, es mucho más que tomar alimentos sanos. Se trata de devolver el sentido y el vínculo entre producto y productor.
Cultivando frutos con calidad a la vez nos hacemos mejores y más saludables personas
Entrar a formar parte de este proceso implica una formación, un aprendizaje en la tierra, partiendo de los principios y prácticas de manejo de la producción agroecológica que son facilitadores del propio proceso terapéutico. Existe una regla de oro que indica que la riqueza y la armonía de lo externo termina generando parte de la regeneración interna. Así cuando una persona experimenta su capacidad para generar vida, paralelamente está asistiendo a una mejora de su autoestima, que contribuye a elevar el listón de todas sus constantes vitales.
El proyecto tiene un gran potencial agroecológico, desde un punto de vista ecológico, por el entorno natural en el que se encuentra la finca, que infunde de por si un gran respeto a la naturaleza en una finca con olivos centenarios y rodeada de monte natural. Como aspecto cultural cabe resaltar la importancia en esta comarca de la Alpujarra de Almería del huerto tradicional, al aire libre, que se puede observar en cortijos y casas del pueblo como puesta en valor de todo un conocimiento y tradición hortícola de la zona.
En definitiva, es un proyecto que tiene como fin poner la agricultura al servicio de las personas asegurando que esta relación sea sostenible. El huerto entra a formar parte del conjunto de herramientas y estrategias que empleamos para que las personas, que perdieron el control sobre su propia vida, como consecuencia de sus adicciones, encuentren en la reconciliación con la naturaleza un punto de apoyo valioso, para la recuperación del propio equilibrio.
Frente a las grandes multinacionales que se han hecho las dueñas y señoras de las cadenas de producción, reduciéndolo todo a puro mercado, las iniciativas agroecológicas, por pequeñas que sean, nos devuelven a una realidad en la que nuestra faceta de personas productoras y consumidoras se encuentran, donde cuidamos lo que producimos cuidando al mismo tiempo de nosotras mismas. Nuestros frutos no buscan convertirse en objetos de mercado sino que entran a formar parte de un ciclo generador de cambios, en la persona y el grupo, cambios que aportan calidad de vida.