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¡NO MÁS MUERTES EN EL ESTRECHO! POR UN MEDITERRÁNEO SOLIDARIO

IMG-20170419-WA0001 (1)MEDIO CENTENAR DE ASOCIACIONES MUESTRAN SU DOLOR ANTE EL GOTEO CONTINUO DE VÍCTIMAS EN EL MAR

 

Un centenar de personas, convocadas por las entidades (Almería Acoge, Cáritas y Secretariado de Migraciones), a las que se unió la Plataforma «Almería Unidos Contra la Pobreza», se dieron cita el pasado 18 de Abril en la Plaza del Educador de Almería, para mostrar su consternación ante las nuevas víctimas que se ha cobrado el Mediterráneo.

 

NOESSO, que forma parte de esta Plataforma contra la Pobreza, quiso estar presenten, una vez más, al lado de quienes no se resignan a dar la callada por respuesta ante las reiterada pérdida de vidas humanas en un Mediterráneo que juega la vez el rol de frontera y fosa para los emigrantes del Sur que intentan llegar a Europa.

Manifiesto:

«NO MÁS MUERTES PARA LLEGAR A EUROPA: POR UN MEDITERRÁNEO SOLIDARIO»IMG-20170419-WA0005 (1)

Para una niña de diez años, la vida tiene gusto a agua salada y gasóleo, la vida tiene gusto a agua del mar mezclada con gasóleo, y la muerte también.

Es la quinta vez este año en que la conciencia, la vergüenza que sentimos o el único recurso que nos queda ante la injusticia y la tragedia repetidas, nos animan a concentrarnos horrorizados ante la muerte en nuestras costas, a reunirnos avergonzados por el resultado criminal de este sistema basado en la injusticia y la sinrazón; por un sistema que condena a muerte periódicamente a quienes intentan salvar su vida, escapar de la guerra, del hambre, de la miseria, de la ausencia de libertad o de futuro; un futuro que año tras año les ha sido robado por quienes no ven en sus países a personas con necesidades y derechos, sino recursos naturales, lugares estratégicos o intereses económicos.

Nuevamente nos concentramos para gritar con el silencio, con el corazón y la palabra que tres personas han muerto injustamente mientras los más ricos, los más poderosos y los más locos de la tierra dedican sus esfuerzos a ver quién tiene la bomba más grande y los escrúpulos más pequeños.

Esta vez han sido una niña con apenas diez años, una mujer (su madre) y un hombre, quienes han visto sus esperanzas anegadas, un hombre, una mujer y una niña que han encontrado la muerte en este mar mediterráneo con gusto a agua salada, a gasóleo y a ese fuerte olor a podredumbre de un mundo insolidario y enfermo que les cierra las puertas, levanta alambradas y mantiene a la mayor parte de su población idiotizada por la manipulación y asustada con miedos irracionales a la diferencia, para camuflar lo que es simple temor a tener que repartir el cada vez más menguado estado de bienestar con que lo adormecen. Mientras la mayoría de la población mundial sufre y tiene que huir de su casa, la mayor parte del resto, del autodenominado primer mundo, permanece callada, contagiada por la insolidaridad, la desidia y la incompetencia de unos dirigentes incapaces de ocuparse de las personas, pero muy capaces de ocuparse del dinero.

Por eso nos concentramos nuevamente para manifestar públicamente de qué lado de la historia queremos estar. Quizá no podamos cambiar muchas cosas. No podremos salvar a esa niña, a su madre ni este último hombre, todos ahogados (y ya son 19 al menos en lo que va de año), no podremos cambiar la historia ni devolverles la vida, pero podremos mirarnos a la cara y decirnos que no apoyamos este sistema inhumano y asesino. Diremos, al menos, con nuestra repulsa, nuestra solidaridad, nuestro pesar y nuestra denuncia, que no apoyamos las leyes inhumanas que justifica este mundo enfermo.

patera

MI HIJO MUERE CADA TARDE EN EL MAR

Mi hijo tiene 18 años, y 26 y 32,
tiene todas las edades en las que hay fuerza, pasión y deseos.

Mi hijo sabe que la felicidad no consiste en tener cosas,
pero sabe que hay cosas imprescindibles.
Por eso no pospone su derecho a vivir, a habitar una casa humana,
a compartir con otros que siempre son sus semejantes su historia, su tristeza y sus sueños.

Mi hijo aprendió a aprender.
Mi hijo estudió, mi hijo trabajó en todos los oficios.
Mi hijo se respeta a sí mismo, respeta a su tierra, ama y es amado.
Mi hijo no nació para morir en el mar, ningún Dios lo castigó,
ninguna maldición lo obliga a ser esclavo.

A mi hijo lo mata cada tarde una forma de entender el mundo,
una manera criminal de gobernar
en la que el ser humano no es lo prioritario,
porque el hombre todavía no cotiza en bolsa,
porque los expoliados y olvidados no llenan los bolsillos
de los mil veces malditos que condenan a muerte a mi hijo
y luego besan con reverencia la moneda donde invocan a un Dios.
Con esa moneda que invoca a Dios
y con otras en que aparecen patrias,
los hombres que matan a mi hijo han comprado todas las perversiones y han cometido todas las ignominias.

Mi hijo es negro, es indio, es blanco, es pobre.
El mundo es suyo, no lo parí en Marte,
no nació con un destino animal porque nació humano.
Mi hijo, cuando muere cada tarde,
seguirá viniendo a esta costa de Europa y del mundo
con su mirada valiente y abierta.

Mi hijo no se rinde,
necesita hacernos comprender que sin él no estamos todos.
Mi hijo, cuando muere, nos deja empequeñecidos,
y él no quiere que su muerte haga desaparecer de la tierra
las palabras más hermosas y los conceptos que nos dignifican.
Mi hijo no puede seguir muriendo
porque con él está muriendo nuestra civilización”.

(Pilar del Rio)